EL AGUIJÓN
EL
ADVERSARIO POLÍTICO
POR: ARTURO
MOLINA
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JARTUROMS1
Las últimas tres
semanas se ha podido notar una especie de confrontación cargada de
desconsideración entre factores de oposición. No es el debate de ideas,
proyectos, propuestas que rige la acción mediática, es la discusión estéril, vacía
y fastidiosa, sostenida por el morbo de individualidades por aparecer ante la
opinión pública. Quien se siente más opositor que el otro, deja relucir el
tamaño de su grandeza con tal acción. Son imprescindibles y dueños de la
verdad. Su postura le hace cacique de la voluntad de la mayoría y se transforma
en el inquisidor, cual Rey dando lección a sus súbditos. Se diferencia del
régimen en apariencia, porque en esencia es más de lo mismo. Son los aduladores
que marcan pauta con el todo o nada. Llaman a la confrontación en redes, y se
esconden en sus nichos a ver lo que pasa a través de las mismas.
Es esa clase de persona
que no dirige en su casa ni a su mascota pero alardea en los grupos de Whatsaap.
Es el ser que señala de corrupto, traidor, comunista, vendido, complaciente a
quien no hace lo que él alardea. Son esos individuos cuyo norte es ver que el
otro cometa error según su amplia visión de las cosas para descalificarlo. Se
graduaron a empujones y de la noche a la mañana poseen el don de ver el
presente y futuro sin necesidad de esfera, aún cuando le faltan testículos.
Pierden el norte por
ausencia de visión y misión para hacer la tarea, no dan resultado, son
inoperantes, incompetentes, irresponsables. Se arriman a posibles candidatos
según lo mueva la radicalización, les llaman valientes, héroes y al rato los
transforman en villanos. Están perdidos en la vida, esperan oportunidad de
alcanzar poder para saquear el erario público. En ocasiones ocupan posiciones
de representación popular, pero se quedan con eso, porque son insípidos en su
actuar.
Son esas personas que
ven la política para el negocio. Asisten a los eventos electorales como
empleados, no son activistas, ni amigos, menos dirigentes. El mercantilismo los
mueve. Caminan porque ven a otros caminar, pero ese caminado se ve como
arrastrado, disimulado, falso, y cuidado con la lengua, porque sufren de
incontinencia, repiten sin detenerse a revisar lo que dicen, su capacidad no se
los permite, esa es su naturaleza. Odian porque alguien les dijo odie. Son el
mercado perfecto para los que apuntan a la anti política. No son escoria, pero
su conducta induce a ello.
Hablan de unidad y le
apuestan a la disgregación. Son fanfarrones, fantoches. Se abrazan con familiares
de los presos políticos, lloran con ellos, exigen libertad en voz baja, se
toman la foto para la prensa y al dar la espalda se ríen y expresan quien los
mando a ser pendejos. En un país que se desmorona por la presencia en el poder
de tiranos que buscan la consagración eterna, quienes dicen oponerse al totalitarismo,
se destrozan mutuamente. Su conducta deja a otros con los ojos abiertos y
labios destemplados, ya que con esa clase de “dirigentes”, es difícil ubicar en
el contexto real, el adversario político.
ARTURO MOLINA
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